Teníamos un poco olvidado nuestro blog de Plástica, así que queremos actualizarlo un poco recomendándoos la visita a un museo que aúna las artes plásticas con las literarias, el recién remodelado Museo del Romanticismo de Madrid.
Quizás os sonará que en el barrio madrileño de Chamberí existía un viejo caserón que albergaba la colección del Museo Romántico. Yo recuerdo haberlo visitado de pequeña, pero hace ya tiempo lo cerraron por reformas y así pasaron los años. En 2009 abre sus puertas de nuevo y no sólo cambia de nombre sino que sufre una completa transformación de tal manera que, tras un recorrido demorado, no sólo has disfrutado de un paseo por cada una de las habitaciones de una hermosa mansión del siglo XIX, aprendiendo sobre costumbres y gustos cotidianos, sino que has asistido a una profunda lección sobre el movimiento romántico.
Nos encontramos ante una casa museo que escenifica la vida de los españoles en el período del reinado de Isabel II (1833-1868). Asi se comienza con el zaguán donde se sitúan la recepción y las dependencias de trabajo del museo (biblioteca, auditorio, área de educación), la sala de exposiciones temporales y dos hermosos patios. De ellos parte una escalera que conduce a la primera planta o planta noble que es propiamente la casa. Nos es difícil destacar una dependencia entre las otras: todas aportan un detalle que capta nuestra atención. El vestíbulo es el espacio de recibiento y los muebles son abundantes pero sobrios y los cuadros están dedicados a la infancia de la reina y al problema dinástico que originó las guerras carlistas.
La antecámara que ha de avisar a los visitantes de la importancia de los moradores de la casa luce impresionantes frescos y anuncia las estancias más nobles de la casa: dos antesalones que enfilan a ambos lados el gran salón de baile. Éste último es la habitación más espaciosa de la casa y su lujo y ostentación son evidentes en los espejos, sillería, consolas y, por supuesto, los instrumentos musicales (arpa y piano) Iconográficamente la antecámara se dedica a la mayoría de edad de la reina, mientras los antesalones a los antecedentes históricos del Romanticismo y a las principales contiendas militares y el salón de baile a los grandes retratos de familia.
Si pasamos a un ámbito más íntimo al que pueden pasar las visitas de más confianza nos encontramos con tres salas de pintura costumbrista, la salita, el pasillo y el comedor. En este ambiente destacan los paisajes del pintor ferrolano Jenaro Pérez Villaamil. Llama la atención en el pasillo diversas piezas que tienen que ver con la higiene masculina como el retrete o el estuche de viaje de Fernando VII. En el comedor, pieza específica desde este período histórico en una casa siguiendo modelos franceses, se decora con servicio de mesa de París. Los bodegones acompañan a uno de los cuadros más emblemáticos del museo La familia de Jorge Flaquer, de Joaquín Espalter que nos ilustra sobre la vida familiar en este período.
Las casas nobles contaban con un lugar para la celebración de actos religiosos íntimos, el oratorio. Ya desde el anteoratorio la vista se dirige al magistral cuadro que preside el altar, San Gregorio Magno de Goya, procedente de la testamentaria del fundador del Museo, Benigno Vega-Inclán (1858-1942).
Ya en las habitaciones más privadas se sitúan la sala de juegos de niños, adornado con preciosas casas de muñecas y otros juguetes. Con el boudoir se inicia el itinerario por las dependencias femeninas que culminan en la alcoba de la mujer. Allí podía, siguiendo el modelo francés, la señora de la casa recibir a sus visitas, leer, escribir, coser. Las vitrinas están atestadas de un sinfín de caprichos y miniaturas que se relacionan con la imagen de la mujer cambiante y caprichosa.
El itinerario por las dependencias masculinas incluye las habitaciones dedicadas al movimento literario romántico, especialmente el
gabinete de Larra y la
sala de la Literatura y el Teatro, con objetos y pinturas pertenecientes a Mariano José de Larra, prototipo de escritor romántico. Ese itinerario masculino, con una decoración más sobria, continúa con otras salas como el
fumador (con una decoración inspirada en el mundo árabe), el
gabinete o salón de recibir, el
dormitorio masculino, el
despacho y la
sala de billar con una mesa de trucos donde los caballeros se expansionaban después de comer.
Por último, la estufa es un espacio destinado a las plantas como otro elemento de prestigio de la casa. Cuenta con valiosas piezas de cerámica de distintas procedencias, entre la que se incluye la de Sargadelos. En la última sala se puede ampliar nuestros conocimientos con consultas en los ordenadores y visualizar la mansión en una escala pequeña a través del teatrino
.
Como hemos hecho notar cada una de las habitaciones sigue un programa iconográfico temático que, acorde con los usos de cada estancia, va mostrando en sus pinturas, miniaturas, dibujos, estampas, mobiliario, artes decorativas y que nos va acompañando en nuestro paseo y que nos empapa de los ideales de esta época histórica.
Deseamos haberos suscitado el gusto por las visitas a Museos y mientras no podáis acceder en vivo a ellos, siempre podéis pinchar en la
página web del museo.